Introducción
El yacimiento arqueológico Santa Ana-La Florida (cantón Palanda, provincia de Zamora Chinchipe), fue descubierto hace ocho años por investigadores del IRD (Instituto Francés de Investigación para el Desarrollo), bajo la dirección del Dr. Francisco Valdez. Desde aquel entonces, el estudio del yacimiento – realizado por el IRD en el marco de un convenio de asistencia técnica con el Instituto Nacional de Patrimonio Cultural del Ecuador (INPC) –, no ha dejado de revelar hallazgos cada vez más sorprendentes para la arqueología de la Amazonía y del mundo andino en general.
Efectivamente, percibida como un medio hostil a partir de la llegada de los conquistadores europeos, la Amazonía fue relegada a un segundo plano a nivel político y social (Taylor, 1988), y considerada como un espacio poblado de forma tardía por grupos caracterizados por manifestaciones culturales menores (Meggers, 1966). A partir de los años 60, las investigaciones llevadas a cabo por Lathrap (1970) en la Amazonía norte del Perú comenzaron a cuestionar radicalmente esta visión. Hallazgos posteriores contribuyeron a abogar por la hipótesis de Lathrap. El caso del yacimiento Santa Ana-La Florida es uno de ellos: con dataciones ubicadas hacia el 2 500 a.C. (4 500 a.p.) aproximadamente, este sitio fue asociado a la cultura Mayo Chinchipe, cuyo alto grado de desarrollo cultural ilustra de la forma más elocuente.
Santa Ana-La Florida consiste efectivamente en un complejo arquitectónico de piedra organizado, caracterizado por una necrópolis, un sector reservado a espacios domésticos, una gran plaza circular y un posible espacio ceremonial. La complejidad estructural de este centro revela la presencia de una organización política capaz de levantarlo (Lippi, 1998; Renfrew y Bahn, 1996). Esta complejidad se refleja en los ajuares hallados en la necrópolis, en donde se encontraron objetos de cerámica, cuencos de piedra y cuentas de turquesa de un asombroso refinamiento tecnológico y estético. Se hallaron además evidencias de agricultura y de intercambio a larga distancia con culturas de la Costa y del Norte del actual territorio del Perú, lo cual termina de confirmar el nivel de perfeccionamiento político, tecnológico, económico e ideológico alcanzado por los Mayo Chinchipe (ver Valdez 2008a, 2008b, 2009, 2010 y Valdez et al. 2005). Por otra parte, este florecimiento cultural se dio en un medio ecológico muy particular: la ceja de montaña o Alta Amazonía, más precisamente el piso altitudinal conocido como “bosque muy húmedo tropical” (Valdez, 2010), un medio hasta cierto punto hostil pero también inmensamente rico en recursos naturales.
Los resultados del estudio que se presentará a continuación son el fruto del trabajo conjunto entre el equipo del IRD y una consultoría contratada en el año 2010 por el INPC. Desde este punto de vista, constituyen una nueva etapa de la colaboración entre el IRD y el INPC dentro de la investigación del yacimiento Santa Ana-La Florida. Esta primera participación del INPC en las excavaciones de Santa Ana-La Florida tenía como objetivo la investigación del eje nororiental del sitio, en el marco general de un mejor entendimiento de los modos de vida de esta excepcional manifestación cultural amazónica. Efectivamente, desde el descubrimiento del yacimiento, y debido a su complejidad arquitectónica, sus componentes estructurales han podido ser excavados en un porcentaje relativamente bajo en comparación a lo que aún queda por descubrirse. El eje nororiental del yacimiento es – o era – una de las zonas de incógnita a nivel del patrón arquitectónico del sitio.
La siguiente – y brevísima – reseña de la investigación consistirá en una presentación de los componentes arquitectónicos descubiertos y del análisis de los artefactos encontrados en asociación a las estructuras expuestas, la cual fundamentará una reflexión cronológica y funcional del área intervenida y del yacimiento en general.
Material cultural: arquitectura y cerámica
En total, el área intervenida y techada en esta temporada alcanzó aproximadamente los 1053 metros cuadrados de superficie. La estratigrafía de la zona presenta generalmente tres niveles: una capa orgánica inicial, un estrato de transición café oscuro y finalmente, un nivel amarillento. Se detectaron también áreas asociadas a actividades de quema, derrumbes y zonas de escorrentía. Sorprendentemente, los principales elementos arquitectónicos expuestos revelaron una sobre posición cronológica entre las épocas bracamoro (asociada a la cerámica corrugada), Tacana y Palanda (estas dos últimas fases pertenecientes al complejo cultural Mayo Chinchipe).
Inicialmente utilizado por Meggers en la descripción de un rasgo estilístico registrado en la cerámica Valdivia (Valdez, 2009), el término “corrugado” llegó luego a caracterizar un horizonte asociado al periodo de Integración amazónica, en donde habría iniciado más concretamente a partir del siglo VI/VII de nuestra era (de Saulieu y Rampón Z., 2006). Guffroy (2006) asocia el horizonte corrugado a la familia lingüística Jíbaro-Candoa; en Santa Ana-La Florida, se lo atribuye más concretamente al grupo étnico etnohistóricamente conocido como Bracamoro. En la Amazonía del sur del Ecuador, la cerámica corrugada se caracteriza por su aspecto tosco, lo cual a menudo la asocia a una elaboración doméstica (de Saulieu y Rampón Z., 2006; Valdez, 2009). Su rasgo decorativo más representativo consiste en acordelados de arcilla intencionalmente evidenciados cerca de los bordes de los recipientes (de Saulieu, 2006), y/o en el cuello u hombro de las vasijas (idem; Valdez, 2009).
La arquitectura bracamoro expuesta en Santa Ana-La Florida durante la última temporada de campo –y asociada al estrato orgánico superficial- consiste principalmente en ocho acumulaciones de piedras, dispersas y de diversas dimensiones. Desgraciadamente, el amplio lapso cronológico abarcado por la ocupación bracamoro del sitio y la ausencia de contextos específicamente fechables para esta fase imposibilitaron en esta ocasión definir secuencias cronológicas y/o funcionales precisas respecto al material recuperado durante la excavación. No obstante, un análisis estadístico preliminar asociado a una breve información etnográfica/bibliográfica permitió sugerir la posible existencia de áreas de actividades colectivas y domésticas en la zona.
En cuanto a las fases Tacana y Palanda, de acuerdo a los estudios disponibles hasta el momento, la hipótesis más aceptada es que la fase Palanda (ubicada hacia el 2 500 a.C. aproximadamente) antecede a Tacana (fechada en los alrededores del 280 a. C). Al ser, por el momento, exclusivas de la cuenca del Chinchipe, estas dos fases fueron establecidas por el equipo de investigación del IRD en el transcurso de sus excavaciones y prospecciones sucesivas en la región. Como consecuencia, los trabajos de la misión arqueológica del IRD son los únicos que existen de momento acerca de esta cerámica. A nivel estratigráfico, los fragmentos de la fase Palanda se encuentran a menudo en el nivel amarillento, mientras que los tiestos Tacana aparecen generalmente en la capa de transición. A pesar de compartir similitudes de pasta y morfologías, las fases Tacana y Palanda se distinguen por los acabados de superficie y las decoraciones. A nivel decorativo, la cerámica Tacana se destaca por una alta incidencia de engobes y pinturas rojas o blancas, así como incisiones finas, e impresiones con diversos motivos geométricos. Por su lado, la pasta de la fase Palanda es monocroma, lo cual constituye una de las principales diferencias con Tacana.
Así, dentro del patrón arquitectónico tacana, se descubrieron un complejo de muros y empedrados de acceso a la “gran plaza» así como seis estructuras circulares tempranas. La gran plaza constituye el rasgo mayor que caracteriza a la parte plana de la terraza occidental del yacimiento. Se compone por un doble muro circular de piedra (40 m de diámetro) que rodea y diferencia el espacio no habitacional del sitio (Valdez, 2009 y comunicación personal).
Entre los elementos cerámicos diagnósticos de la ocupación Tacana, aparecieron fragmentos de recipientes de cuellos largos o rectos, ollas, cuencos hemisféricos, y diversos recipientes abiertos. Los hallazgos especiales de este mismo estrato de transición consistieron en un fragmento de cuenco lítico gris de borde con muescas, un fragmento de una eventual figura antropomorfa hueca con pastillaje y acanaladura (posible representación de una oreja humana), dos cuentas de turquesa, dos “patas de cerámica” y un conjunto de fragmentos de pasta muy delgada, tipo “cáscara de huevo” (entre 1 y 1.5 mm). La muestra asociada a un contexto de huesos fáunicos carbonizados y cerámica tacana dio una fecha de 210 aC. (2210 a.p.).
Finalmente, entre los componentes arquitectónicos asociados a la fase Palanda, se destacan una pequeña plataforma de dos niveles con su graderío y su empedrado de acceso junto a cuatro estructuras semicirculares, cada una con niveles empedrados internos.
A nivel del material cerámico Palanda, los bordes recuperados provienen de ollas pequeñas y de cuello corto, así como de cuencos. Cabe subrayar que la cerámica Palanda encontrada en esta última temporada es idéntica a aquella rescatada en los basurales de la misma fase identificados en excavaciones anteriores (Valdez, 2009), cerámica que difiere notoriamente de los recipientes finos usados como ofrendas en el contexto de los enterramientos ubicados en la terraza este del yacimiento, y sugiere una función más bien doméstica de las estructuras del área nororiental del sitio. No obstante, a primera vista, la complejidad de la arquitectura de la plataforma, el empedrado y el graderío no evocan un simple uso doméstico, por lo cual no se descarta que –en último término-, dentro de la misma fase Palanda, este sector haya tenido al menos dos etapas de ocupación: la primera, caracterizada por un uso de tipo doméstico, y la segunda, más bien ligada a actividades de tipo ritual. La muestra de carbón asociada al material cerámico recuperado en el estrato amarillento correspondiente a los cantos del empedrado central (BETA-287172) dio una fecha promedio de 1440 a.C. (3 440 a.p.).
Reflexiones finales y conclusiones
En resumidas cuentas, esta última temporada de excavaciones en el yacimiento Santa Ana – La Florida reveló sorpresas considerables, comenzando por la arquitectura del área nororiental, la cual evidenció tres niveles de sobre posición estructural. El primero – tardío –, conformado por acumulaciones de piedras de filiación bracamoro; el segundo, asociado a la última fase de la tradición Mayo-Chinchipe (Tacana), que consiste básicamente en las estructuras circulares del norte del área de excavación. Finalmente, el tercero, asociado a la ocupación Palanda, se concentra en torno al sector oeste de la zona intervenida.
A nivel cuantitativo, la diferencia entre la cerámica Palanda y Tacana rescatada en esta temporada de campo es mínima, lo cual sugiere una densidad de ocupación de la zona poco más o menos similar entre una etapa y otra, teniendo en cuenta el sesgo estadístico que pueden conformar los diversos factores al origen de la formación del sitio.
Esta “estabilidad” estilística y estratigráfica del material confirma por lo tanto la continuidad existente entre el grupo cultural asociado a la fase Palanda y aquel asociado a Tacana, continuidad que a su vez ratifica la existencia de una verdadera tradición Mayo-Chinchipe. Por otra parte, desde un punto de vista estratigráfico y cerámico, los contextos excavados en esta temporada corresponden a una transición entre las fases Palanda y Tacana, la cual aún no ha sido definida con certeza a nivel cronológico, pero de acuerdo a esta nueva evidencia, podría estar situada alrededor del 200 a.C. (2 200 a.p.). ¿A qué se debe esta evolución estilística de Palanda hacia Tacana? En la espera de investigaciones adicionales al respecto, se puede atribuir este fenómeno a un cambio social propio de la dinámica misma del colectivo (Valdez, comunicación personal).
Efectivamente, el esclarecimiento de los motivos que originaron la transición de Palanda a Tacana será sin duda alguna un paso más hacia un mejor entendimiento de la conformación de la tradición Mayo-Chinchipe como tal y por ende, del origen de la civilización andina en sí, tal como lo proponía Lathrap hace cinco décadas. El hallazgo de sitios del formativo tardío en la región de las actuales ciudades de Bagua y Jaén (Perú) por el arqueólogo Quirino Olivera y su equipo –especialmente los sitios de San Isidro y Montegrande – contribuirá quizá a completar poco a poco el rompecabezas hipotético del desarrollo cultural de la cuenca del Chinchipe. Desde esta perspectiva, la colaboración entre arqueólogos que trabajan en la zona fronteriza entre la Amazonía de Perú y Ecuador, – colaboración que existe desde hace varios años ya gracias a la iniciativa de Francisco Valdez (Ecuador), Quirino Olivera y Ulises Gamonal del lado peruano – es más que nunca esencial. Así, el pasado mes de noviembre, tuvo lugar en Jaén el segundo lanzamiento del libro Ier Encuentro de Arqueólogos del Norte de Perú y Sur del Ecuador: Memorias, publicado por la Universidad de Cuenca a raíz de este evento, que inició en Palanda en marzo del 2010. El acto reunió un grupo de arqueólogos ecuatorianos y peruanos que trabajan en la región limítrofe entre la Amazonía peruana y ecuatoriana.
Del lado ecuatoriano, este estudio conjunto no se puede dar sin el implemento a largo plazo de un plan paralelo de investigación, consolidación y promoción del registro arqueológico. En el caso concreto de Santa Ana-La Florida, el INPC y sobre todo, el Ministerio Coordinador, han aportado en ese sentido. Desde su llegada al sitio, el equipo del IRD por su parte ha llevado a cabo un intenso trabajo con la comunidad del cantón Palanda (ver Valdez, 2010). El pasado mes de noviembre de este año, Palanda tuvo la visita de dos museólogos asociados al IRD: el Dr. Yves Girault y la Dra. María Isabel Orellana. Conjuntamente al equipo de arqueólogos que trabajan en Santa Ana-La Florida, los museólogos elaboraron una propuesta preliminar para la valoración del sitio y el conjunto del patrimonio arqueológico del cantón Palanda, la misma que fue entregada a los representantes culturales y turísticos tanto de la municipalidad de Palanda como del Consejo Provincial de Zamora Chinchipe y desde luego, a las autoridades del INPC. Por otra parte, existe ya la propuesta de plan de gestión del yacimiento Santa Ana-La Florida elaborada por la UTPL en el año 2009. El Consejo Provincial de Zamora Chinchipe es – al parecer – la entidad que mayor interés ha manifestado en el tema de la promoción turística del sitio. Sin embargo, un manejo óptimo del patrimonio arqueológico de la región exige la colaboración, orientación y supervisión de las entidades culturales a nivel local y nacional. En definitiva, las herramientas están ahí, lo único que falta de momento para impulsar y potencializar la riqueza patrimonial, científica y turística de Santa Ana-La Florida es actuar.
Bibliografía
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Lathrap, Donald W. The Upper Amazon, Thames & Hudson. Gran Bretaña, 1970.
Lippi, Ronald. Una exploración Arqueológica del Pichincha Occidental, Ecuador, Museo Jacinto Jijón y Caamaño. Quito, 1998.
Meggers, Betty. Ecuador, Thames & Hudson. Londres, 1966.
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Taylor, Anne-Christine. Al este de los Andes, t.II, Abya-Yala. Quito, 1988.
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